Y lo que voy a extrañarte nunca vas a saberlo.
Ni en este paisaje de cáncer y aire con olor a mierda
ni en el paisaje blanco y virginal.
No.
Todo lo que hice para que la balanza se equilibrara,
los zancos que me puse pero igual no te alcancé
(ni me alcanzaste porque era imposible estar a la misma altura).
Y no se trata, al final, de ser iguales o distintos
se trata de que el alma en el congelador fue más intensa
que el café del bar al que nunca me llevaste.
Se trata de que tal vez ya no insista en escuchar cuando roncás
como si el mundo hubiera sido eso pero ya no más.
No es el pasaje que no compramos ni la película que no quisiste ver
es que no entendiste la dinámica mientras me moría
mientras me caía
mientras todo se rompía
y preferiste la puerta cerrada y los auriculares
y no bastó.
Quizás fue eso y la suma de los planes que nunca hicimos
cuando a la noche los imaginaba con el insomnio correteándome
y tu plan más pronto era abrir la billetera
hoy no nos alcanza ni para los impuestos
y la frase lo acababa todo.
Acababa el hechizo y el erotismo,
porque después de eso,
¿quién se puede desvestir?
¿quién puede sonreír como si nada hubiera pasado?,
si mientras miraba el plato pensaba si sería la última vez que comería palta
y fingía que no había lágrimas
-otra vez los lentes de contacto me lastiman-
y me iba al baño donde estaba el refugio.
Pero esto ya no es una casa ni un refugio
es como una coreografía mal hecha
en donde dos tratan de armonizar a pesar de la noche
a pesar de la vida.
Cómo desimaginar todo lo que planeé,
las colas de caballos y la escuela pública,
la olla llena de sopa y el pasaporte lleno de sellos.
Cómo desimaginar ese pensamiento intacto
de que yo podía ser todo tu mundo porque no había nada más,
como posesiva, caprichosa y persuasiva,
yo podía ser tu mundo. Yo podía.
Se me dio bien pero lo terminé de quebrar,
la casa de jengibre ya no es habitable
y las cervezas no se comparten porque cualquier cosa se calienta acá
menos nosotros
y menos el comedor cuando hace frío.
Si pudiera haberlo visto hace un tiempo,
hacer más certero el corte y sin mirar a los costados
pero resulta que a los costados solo están los restos
y no puedo alejarlos
y no sé cómo aprender a vivir con ellos
Como si manteniéndote acá la enfermedad se curara.
Como si el olor del pan recién hecho fuera la excusa
para que te quedes.
(ya no hay ninguna excusa).
Y no sé cómo decirte que la oscuridad ya invadió
está acá y no me deja respirar durante el día
ni dormir a la noche.
Y el gramo de clonazepam no me hace ningún efecto
ni correr todo el día en la cinta para cansarme
y cerrar los ojos y dormir, ese sería mi orgasmo.
Porque al final de todo tal vez no te di nada
más que algún fragmento de mi ingenio
que no bastó para nada porque, ahora,
ya no puedo más
fingir que las cosas siguen igual
aunque el abismo esté incluso más arriba
que este lugar en el que estamos ahora.