Barquito de papel

Desde la fila para pagar vi a una mujer entrar al local. Era una señora grande; apenas podía sostenerse. Miraba los precios de los alfajores santafesinos. Se movía con lentitud, apoyándose en el escaparate.
Y me dio por llorar. Me fui.

Un hombre, a pocos metros del local, se había disfrazado del Rey del pop. No bailaba tan bien pero una multitud se había quedado quieta, en plena peatonal y en hora pico, para mirarlo, para evitar un minuto la rutina. Me quedé. Y me dio por llorar. Y me fui también.

Tal vez no haya términos clínicos o con certeza los haya demasiados. Nunca fui tan víctima porque lo único que necesitaba de tus ojos era poder establecer la certeza de que el mundo podía ser un lugar seguro
para vivir con mi cuerpo de cristal pero sólo con mirarte entendí que ibas a decirme que el mundo iba a seguir girando independientemente de mi existencia.
Cómo poder contarle a las personas que no lloran viendo a abuelitas comprando alfajores el sentimiento de que todo se cae y se quiebra, que no termina nunca. Cómo te cuento a vos de este dolor, del horror de saberme nacida y del horror de sentirme muerta, si para tu perspectiva sólo exagero.
Quisiera que esto sea una exageración.
Vos tenés un barco enorme de acero que bombardea. Yo sólo tengo un barquito de papel, mojado tantas veces, hecho con un papel escrito en donde las letras se están ya borrando para siempre. Qué voy a hacer cuando no tenga más palabras.
La maldición se hace un puñal que va golpeando desde bien adentro. Se hacen puñales los sentidos y las preguntas del qué hubiera pasado si… Y sólo respirar es sobrevivir mientras los dardos se clavan. Esbozar una sonrisa y fingirme tranquila para que los demás esbocen una sonrisa y estén tranquilos. Y yo me dejo ir, cedí hace tanto. El tiempo se encargó de hacerme entender esto: la guerra, esta guerra, es mía contra mí.
En la balanza solo está tu martirio. El regocijo eterno de haber levantado tu camilla se esfumó cuando pusiste la verdad en palabras para hundirme un poquito más(si es posible tal cosa). La frase de dos palabras se cayó de mis labios con la misma liviandad que un saludo. Incluso cayó más rápido, para librarse y librarme de algo que no nos pertenece.
Nunca me viste llorar. Eso es luchar más de lo que vos creés.
Y no lo ves.

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